Hace unos años, Bayer asumió su compromiso global de sustentabilidad, resumido en las cifras 30-30-100: ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura en un 30%, reducir nuestro impacto ambiental con relación a los insumos también en un 30%, y apoyar a 100 millones de pequeños agricultores para que puedan acceder a innovaciones, conocimientos y asociaciones en todo el mundo.
Dentro de este compromiso se enmarca Pro Carbono, el programa lanzado en 2021 en la Argentina, que brinda herramientas para que productores y empresas reduzcan la huella de carbono de sus actividades, y además apunta a generar un mercado que premie a quienes producen de manera sustentable. Galo Benedit, referente de Bayer de esta iniciativa, cuenta que “desde el proyecto Pro Carbono estamos trabajando con una serie de prácticas de manejo sustentable que estamos trasladando al productor para que las implemente”.
En 2020, Bayer inició en la Argentina un plan piloto, junto a 28 productores, en 55 lotes, desde Salta y el Chaco en el norte, hasta el sur de la provincia de Buenos Aires y el centro de La Pampa. “Eso nos dio un panorama regional, una oportunidad muy grande de trabajar a la par de los consultores e implementar diferentes prácticas con la realidad de cada uno de los productores”, comenta Benedit.
El objetivo central del proyecto es lograr una agricultura carbono neutral, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto sobre el ambiente, a partir de prácticas sostenibles, con la agricultura digital como uno de sus pilares.
De los lotes lanzados en Argentina ya se recolectaron 11.000 muestras de suelo en el primer año, con las que se hicieron análisis de carbono, nitrógeno, macro y micronutrientes y estructura del suelo en distintas profundidades. De este modo se puede evaluar ese carbono en el suelo y otros factores que dan referencias de la influencia de esta agricultura más sustentable a lo largo del tiempo.
Para Benedit, las herramientas digitales como FieldView cumplen la función de aportar transparencia a los datos almacenados, ya que quedan claros para todos. Estos datos permiten que el productor realice aplicaciones variables, de precisión, en cada sitio, y medir incluso el impacto ambiental de las prácticas.
Benedit
“Al momento de la cosecha, el productor recolecta una capa continua de información, un mapa de productividad. A este lo podemos transformar en un mapa de biomasa y, subsiguientemente, en un mapa de carbono, que muestre cuánto carbono estamos aportando al lote”, enumera.
A la vez, con la información de las distintas partes del lote, se puede avanzar y realizar un mapa de carbono en el suelo. Comprobar que en algunas partes se está capturando más o menos carbono para llegar, en definitiva, a un balance de las emisiones.
El punto de partida para los productores que se suman al proyecto comprende una evaluación socio ambiental, que se conecta también con el cumplimiento de diferentes normas del país o de la región, vinculadas a los desmontes y el trabajo infantil, por ejemplo.
Luego, el productor cuenta con una asesoría especializada para definir un plan de actividades a tres años, que incluye las rotaciones, si se pueden instalar cultivos de cobertura, especies en función del antecesor, estrategia de fertilización y otros aspectos.
“Para el armado de todo este plan a tres años, un consultor acompaña al productor durante todo el primer año, viendo en cada una de las etapas cómo implementar todas las herramientas, para que en los dos años posteriores pueda ejecutarlas de manera autónoma”, explica Benedit.
Los técnicos del Proyecto Pro Carbono trabajan con universidades, el INTA y asociaciones de productores evaluando el impacto de estas prácticas en la acumulación de carbono y la reducción de emisiones.
Entre las prácticas conocidas que por supuesto se utilizan está la siembra directa, que ayuda a mejorar la aireación del suelo, evitando la mineralización de la materia orgánica. “Al mantener la siembra directa evitamos que ese carbono que ya introdujimos en el suelo se pierda en la atmósfera”, señala Benedit.
Junto con esta práctica, se recomienda la inclusión de cultivos de servicio o de cobertura, de modo de tener ocupado el lote el mayor tiempo que se pueda del año, transformando esos cultivos en biomasa.
Benedit añade que “la rotación de cultivos promueve una mayor biodiversidad de especies y los cultivos de cobertura nos dan una mayor biodiversidad de microorganismos”.
De este modo, “somos más eficientes para descomponer todo ese carbono que le estamos aportando al suelo y transformarlo en un carbono más estable, que queda fijado en el suelo por más tiempo”, agrega.
A todo esto, se suma la decisión de maximizar la productividad, lo que implica maximizar la cantidad de biomasa producida. Una parte queda como residuos para los microorganismos, raíces que penetran y se estarán descomponiendo en el suelo.
Todas estas acciones, junto con el monitoreo de plagas y enfermedades y la elección de la mejor genética, son impulsores de la productividad y de la captura de carbono.
Con el seguimiento y la capacitación que le brinda el equipo de Bayer, los productores de Pro Carbono acceden a información estratégica y una transferencia de conocimiento muy importante. Por ejemplo, una de las nuevas prácticas que se está utilizando apunta a la integración de cultivos de invierno, como trigo, con otros de servicio, al mismo tiempo y dentro del mismo lote. A partir de los datos obtenidos por el programa, se evalua cómo esta asociación de especies tiene un impacto positivo en ese mismo cultivo y en el posterior.
En este proceso, Bayer está trabajando con organismos certificadores a nivel internacional con el objetivo de validar todo este grupo de prácticas que confluyen hacia una agricultura carbono neutral y la reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Una de las posibilidades que analizamos desde Bayer es funcionar como un vínculo entre los productores que están capturando carbono y las empresas que generan emisiones y que pueden estar interesadas en las certificaciones que logran los productores para tener ese balance neutro que ya en muchos países se están comenzando a exigir”, señala Benedit.
Así, resume cómo, con foco claro en la sustentabilidad, esta agricultura Pro Carbono tiene también un impacto positivo en la productividad y construye un círculo virtuoso.
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