Con el comienzo de la agricultura, hace aproximadamente 10.000 años, el hombre trabajó la tierra para poder obtener las cosechas. La labranza fue un gran salto tecnológico para el avance de las antiguas civilizaciones. Durante el proceso de labranza, además de refinar el suelo, se eliminan las malezas y se entierran los rastrojos, es decir, los restos vegetales provenientes del cultivo anterior. En ese entonces, la energía disponible para las labores era el factor que limitaba la disponibilidad de alimentos. Primero con el caballo o el buey, y luego con el tractor, se ha ido incrementando la superficie mundial cultivada, y con ello la producción de alimentos, lo que posibilitó el crecimiento de la población. Sin embargo, tras varias décadas de agricultura mecanizada, la degradación de los suelos surgió como una nueva amenaza. La labranza excesiva y el uso intensivo de maquinaria agrícola podían llevar a la erosión del suelo, la pérdida de nutrientes y la liberación de carbono almacenado en el suelo. En respuesta a estos desafíos, se desarrolló la siembra directa como una alternativa más sostenible, que involucra la siembra de cultivos sin la necesidad de labrar previamente el suelo.
¿Qué es la siembra directa?
La siembra directa es una técnica agrícola que implica la siembra de un cultivo sin la previa labranza del suelo. Esto implica una mínima alteración del suelo, contrario a la labranza convencional, en donde el suelo es arado con diversos implementos para preparar la cama de siembra. En el caso de siembras sin laboreo, el manejo de las malezas se basa principalmente en el control químico. Es por esto, que las primeras sembradoras adaptadas al cultivo sin laboreo se implementaron a partir de la década del 40, junto con la creación de los primeros herbicidas (Álvarez & Mulin, 2004).
Beneficios de la siembra directa para la sustentabilidad ambiental
La siembra directa promueve la conservación del suelo, evitando la degradación que produce la labranza. El suelo cultivado mediante este sistema presenta una estructura más estable y una capacidad superior de infiltración de agua. Esto reduce el riesgo de erosión tanto hídrica, como eólica, además de mejorar la capacidad de almacenaje de agua de los suelos (Derpsch, 2008).
Por otro lado, las labranzas liberan grandes cantidades de carbono almacenado en el suelo, ya que los restos vegetales, al estar enterrados, son degradados rápidamente por los microorganismos, favoreciendo la pérdida de carbono. La siembra directa, al minimizar la perturbación del suelo, ayuda a retener ese carbono y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo a mitigar el cambio climático (Clay et al. 2012).
Otra de las ventajas de la siembra directa es la preservación de la biodiversidad, ya que crea un entorno más favorable para los microorganismos del suelo y otros organismos benéficos, promoviendo una mayor diversidad en el ecosistema agrícola (Adams et al. 2017).
Desafíos y consideraciones
La siembra directa surge como una herramienta fundamental para la agricultura sustentable al reducir al mínimo la perturbación del suelo y así conservar su potencial productivo. Sin embargo, su implementación exitosa requiere algunas consideraciones. Hay que tener en cuenta que no es apta para suelos severamente erosionados, susceptibles a la compactación o endurecidos, ya que la ausencia de labranza no logra aflojar las capas compactadas que perjudican la emergencia del cultivo. Además, requiere de buen conocimiento sobre el manejo de las malezas y uso de herbicidas. Su implementación adecuada y combinada con otras prácticas sostenibles tiene un impacto positivo en la salud del suelo y en la reducción de la huella ambiental de la agricultura, y contribuye con la sostenibilidad de la producción de alimentos.
Bibliografía
Adams III, P. R., Orr, D. B., Arellano, C., & Cardoza, Y. J. (2017). Soil and foliar arthropod abundance and diversity in five cropping systems in the coastal plains of North Carolina. Environmental entomology, 46(4), 771-783.
Álvarez, C., & Mulin, E. (2004). El gran libro de la siembra directa. Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y Clarín. ISBN 950-782-364-6
Clay, D. E., Chang, J., Clay, S. A., Stone, J., Gelderman, R. H., Carlson, G. C., … & Schumacher, T. (2012). Corn yields and no‐tillage affects carbon sequestration and carbon footprints. Agronomy Journal, 104(3), 763-770.
Derpsch, R. (2008). No-tillage and conservation agriculture: a progress report. No-till farming systems. Special publication, 3, 7-39.